Mientras unos ladrones se llevaban cajas de ayuda humanitaria, la ciudad se pregunta por qué seguían allí meses después.
Valencia, 20 de marzo de 2025
Por el equipo de redacción de Valencia Noticias, porque si no lo contamos nosotros, ¿quién lo hará?
Una llamada a medianoche y un robo con doble fondo
El pasado viernes, cuando la mayoría de los valencianos ya soñaban con que el fin de semana durase un poco más, una llamada al 092 rompía la tranquilidad nocturna. Eran exactamente las 23:40 horas, según el parte policial. Al otro lado de la línea, un testigo que prefería permanecer en el anonimato relataba un robo que estaba ocurriendo en tiempo real. La escena, propia de una película de bajo presupuesto pero de consecuencias reales: un hombre vigilaba dentro de un coche mientras otro escalaba el muro de un almacén en la calle República Costa de Marfil. Cajas iban y venían por encima del muro, como si fuera una cadena de montaje improvisada.
Lo que estos individuos probablemente no sabían, o simplemente no les importaba, es que dentro de esa nave industrial se almacenaba ropa destinada a las víctimas de la DANA. Sí, esa misma catástrofe climática que hace meses arrasó con viviendas, pertenencias y esperanzas en la Comunitat Valenciana.
A la llamada respondieron los agentes de la Comisaría de Proximidad de Campanar, que llegaron con la rapidez que se les presupone. Allí, observaron a dos hombres cargando cajas en el maletero de una furgoneta. Y en cuanto se sintieron descubiertos, saltaron el muro de nuevo como si tuvieran experiencia en atletismo de élite. Fue entonces cuando los agentes pasaron su descripción por la emisora para tratar de cortar cualquier intento de huida.
La detención: barro, pulsaciones y una persecución que huele a improvisación
Otra unidad policial, en una demostración de lo que se conoce como coordinación eficaz, localizó a uno de los sospechosos. Estaba cruzando la Calle San Vicente, probablemente pensando que su escapatoria era digna de un aplauso. Pero no, lo detuvieron antes de que pudiera llegar mucho más lejos.
El detenido presentaba un estado más que sospechoso: las pulsaciones por las nubes y manchado de barro hasta las orejas. Algo que, en un contexto diferente, podría haberse interpretado como el resultado de un entrenamiento intensivo. Pero no. Era simplemente lo que suele pasar cuando uno huye campo a través tras un robo fallido.
La furgoneta, mientras tanto, estaba cargada con siete cajas repletas de ropa de niño y mujer. La mercancía robada no era de lujo ni de marca, pero sí tenía un destino mucho más importante: aliviar la situación de los damnificados por la DANA. Al menos, esa era la intención original.
El almacén, la ropa y la pregunta incómoda: ¿qué hacía todo eso todavía allí?
Aquí es donde la historia toma un giro que hace que la conversación en redes sociales se vuelva más ácida que un limón de Alzira. Porque resulta que el almacén pertenece a una entidad religiosa, encargada, al parecer, de gestionar este tipo de ayudas.
Una vez recuperadas las cajas y devueltas a sus legítimos responsables, la policía se limitó a informarles de los procedimientos legales que podían iniciar. El detenido, como dicta el protocolo, fue puesto a disposición de la Autoridad Judicial en la Inspección Central de Guardia. Fin de la intervención policial.
Pero aquí no termina la historia. Es más, apenas empieza. Porque el debate se ha encendido. Y no precisamente por la actuación de los ladrones, sino por el hecho de que esas donaciones sigan almacenadas cuatro meses después del temporal.
Las redes sociales hablan (y no se callan)
En cuestión de horas, las publicaciones en redes sociales sobre el incidente se convirtieron en un hervidero de comentarios. Algunos, con la ironía afilada de quien ya está harto de historias mal contadas. Otros, con una indignación genuina que merece atención.
Jesús Ch, sin cortarse un pelo, lanzaba su hipótesis:
«Ya os digo yo que esa ropa no iba a ser repartida entre los damnificados de la DANA. El destino final sería algún chiringuito.»
Jose Luis Orient se preguntaba lo que muchos pensaban:
«Y digo yo, si es para las víctimas de la DANA, ¿qué hace en un almacén 4 meses después?»
A lo que Juan Polo Alonso respondía con ironía fina:
«Esa es la pregunta del millón. Alguien puede dar una respuesta de la tardanza en ser repartido.»
Rom Mon lo resumía con contundencia:
«Hay que ser muy hdp.»
Y así, comentario tras comentario, la conversación viraba del simple hecho delictivo al trasfondo social. ¿Qué está pasando con las ayudas? ¿Por qué no llegan a quien realmente las necesita?
¿Dónde están los mecanismos de control?
En situaciones de emergencia, la cadena de solidaridad suele ser inmediata. Ropa, comida, productos de higiene… todo se recoge a marchas forzadas y se almacenan en naves como la de la calle República Costa de Marfil. Pero gestionar ese volumen de ayuda no es tan sencillo como parece.
Las entidades religiosas, ONGs y asociaciones locales son las que habitualmente se encargan de organizar el reparto. Pero los recursos son limitados, y a veces la burocracia o la simple falta de manos hace que las cosas se ralenticen. Eso sí, cuatro meses después, la gente empieza a perder la paciencia.
Algunos apuntan a que parte de esas donaciones se guardan «por si acaso», para futuras emergencias. Otros, en cambio, desconfían directamente del sistema y creen que los recursos no están siendo bien utilizados.
El eterno debate de la transparencia en la gestión de las donaciones
Este caso ha reavivado un viejo debate: el de la transparencia en la gestión de las donaciones tras una catástrofe. Cada vez que ocurre una tragedia, los valencianos se vuelcan. Pero una vez pasa la tormenta (literal y metafóricamente), el interés decae y las preguntas se acumulan sin respuestas claras.
¿Qué porcentaje de la ayuda llega realmente a los damnificados? ¿Qué criterios se utilizan para repartirla? ¿Quién controla que los recursos no acaben en manos indebidas, como la de estos dos individuos detenidos el viernes?
Las administraciones insisten en que hay controles, pero los ciudadanos no siempre lo tienen tan claro. Y las redes sociales, como siempre, son el espejo amplificado de esa desconfianza.
¿Qué pasará ahora con el detenido y el caso?
En cuanto al detenido, ahora le tocará rendir cuentas ante la justicia. Se enfrentará probablemente a cargos de robo con fuerza, además de otros delitos que puedan derivarse de la investigación en curso.
Lo que no está claro es si su compañero ha sido localizado, o si sigue en paradero desconocido. La policía, de momento, no ha dado más detalles. Pero como suele pasar, la opinión pública ya ha juzgado el caso antes de que se celebre el juicio.
Reflexión final: ¿es este el sistema de ayuda que queremos?
Este suceso nos deja varias preguntas abiertas. La primera, obvia: ¿cómo puede ser que haya que proteger las donaciones para que no sean robadas? La segunda, más incómoda: ¿por qué esas ayudas siguen almacenadas en lugar de haber sido entregadas ya a quienes las necesitan?
Y una tercera, que tal vez nadie se atreve a formular en voz alta: ¿tenemos confianza en que las entidades responsables están haciendo su trabajo como es debido?