AVA-Asaja denuncia que la patata se paga a 0,20€/kg en el campo pero se vende a más de 1,50€/kg en supermercados. Pérdidas para el agricultor, negocio para la gran distribución.
En la fértil tierra de l’Horta Nort, donde generaciones de agricultores han cultivado patatas como quien mima una herencia familiar, hoy reina el desánimo. La Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja) ha lanzado un grito desesperado ante lo que califican, sin medias tintas, de abuso flagrante en la cadena alimentaria.
En apenas tres semanas, el precio que se paga al agricultor por kilo de patata ha pasado de 0,40 euros a 0,20 euros, una cifra que no solo está por debajo de los costes de producción, sino que hunde al productor en pérdidas. Mientras tanto, en los supermercados, esas mismas patatas (o sus primas lejanas importadas de Francia, Egipto o Israel) se venden por una media de 1,53 euros/kg.
Sí, has leído bien: una multiplicación por siete que ni con truco de magia. Bienvenidos a la economía de la invisibilidad rural.
Una campaña que empezó con promesas y acaba con números rojos
Más superficie cultivada, más optimismo… y más decepción
Todo apuntaba a una buena temporada. La patata valenciana había ganado terreno —literal y metafóricamente— gracias a un arranque de campaña esperanzador. Se sembró más, se invirtió más y las primeras operaciones comerciales parecían responder. Pero en el mundo agrícola, el margen entre expectativa y realidad siempre lo marca el mercado (y, a veces, el cielo).
Según AVA-Asaja, en apenas veinte días el precio cayó en picado, sin que nadie en la cadena parezca hacerse responsable. Y si la lluvia fuera poco, los vientos de poniente y el temido mildiu —ese hongo que cada vez tiene menos enemigos legales gracias a las restricciones fitosanitarias de la UE— han devastado parte de la producción.
En algunos campos, el hongo ha reducido la cosecha comercializable en más de un 30%. Y no, no hay seguros que cubran la desesperanza.
El supermercado, ese espejo deformado de la realidad agrícola
De la patata a 0,20 al lineal de 1,99 euros
Mientras el agricultor se ahoga, el consumidor apenas nota diferencias. De hecho, según denuncian desde AVA-Asaja, las cadenas de distribución han mantenido o incluso aumentado el precio de venta al público durante este desplome en origen.
Los supermercados venden patatas entre 0,99 y 1,99 euros/kg, con una media de 1,53 euros/kg, lo que supone multiplicar por más de siete el precio del agricultor. ¿Dónde está la diferencia? En los márgenes, los intermediarios, los embalajes y una cadena de valor que parece más un laberinto que un camino transparente.
Y para añadir sal a la herida, los supermercados también están apostando por la importación, trayendo patatas de Francia, Egipto o Israel mientras la producción local se pudre por falta de demanda o precio justo.
La denuncia ante el Ministerio: investigación ya
AVA-Asaja pide a la AICA que actúe
Cansados de esperar milagros del mercado, desde AVA-Asaja se ha pedido formalmente a la Agencia de Información y Control Alimentario (AICA), que depende del Ministerio de Agricultura, que inicie una investigación sobre los contratos a lo largo de la cadena de valor.
El objetivo es claro: detectar desequilibrios, poner nombres y apellidos a las prácticas abusivas y, si procede, sancionar a quienes estén explotando el sistema en perjuicio de los eslabones más débiles.
Porque como dice Cristóbal Aguado, presidente de la asociación:
«Esto no es solo un problema económico, es una cuestión de justicia rural».
La patata local, una víctima más del etiquetado difuso
Consumidores sin información, agricultores sin salida
Vicente José Sebastià, responsable de la sectorial de hortalizas de AVA-Asaja y agricultor en l’Horta Nort, lo tiene claro:
“Es absurdo consumir patatas de fuera cuando aquí, a la puerta de casa, tenemos una patata de primera calidad.”
El problema, como siempre, está en el etiquetado confuso, en los lineales que priorizan la marca sobre el origen, y en la complicidad involuntaria del consumidor desinformado.
“Si apostamos por la patata valenciana, mejoraremos nuestra salud, nuestra economía y nuestro paisaje”, sentencia Sebastià.
Un mensaje que debería estar en todas las bolsas de plástico del supermercado, en vez de eslóganes vacíos sobre sostenibilidad.
Un cultivo estratégico… ignorado
L’Horta Nort, tierra protegida solo en el papel
La paradoja es que muchos de estos agricultores trabajan en zonas especialmente protegidas por la Ley de la Huerta. Una legislación que suena bien, pero que en la práctica no protege nada si no se acompaña de medidas reales para garantizar la rentabilidad de los cultivos.
Porque de poco sirve blindar el suelo si el mercado lo arrasa.
¿Qué pueden hacer los consumidores?
Comprar con conciencia (y con lupa)
El mensaje de AVA-Asaja a la ciudadanía es tan directo como incómodo:
“Fíjense en el etiquetado. Compre patata valenciana. No alimente la injusticia con su carrito de la compra.”
Y no es solo un acto simbólico. Comprar producto de proximidad reduce emisiones, preserva empleo local y mantiene vivo un paisaje que es parte del patrimonio de la Comunitat Valenciana.
¿Y el futuro?
¿Cuántas campañas más puede resistir el agricultor valenciano?
Este desplome no es un caso aislado. Ya pasó con la cebolla, con la naranja, con el calabacín. La cadena de valor está rota desde hace tiempo, y el agricultor valenciano lleva años sosteniéndola a pulso. Pero incluso el más tozudo necesita oxígeno.
AVA-Asaja lo advierte:
“Si no se corrige esto, muchos abandonarán. Y cuando no haya agricultores, no habrá patatas valencianas que salvar.”
¿Puede un producto tan humilde como la patata convertirse en símbolo de una injusticia estructural? ¿O preferiremos seguir pagando siete veces más sin preguntar por qué?