A pesar de su estatus como Bien de Interés Cultural (BIC), el Mercado Central de Valencia sufre agresiones cotidianas que cuestionan su preservación. Desde WC portátiles hasta carteles publicitarios, exploramos el desafío de conservar uno de los iconos más importantes de la ciudad sin renunciar a su uso cotidiano.
Un gigante modernista con pies de barro
En el corazón de Valencia, a medio paso de la Lonja de la Seda y la iglesia de los Santos Juanes, se alza el Mercado Central. Y sí, se alza, porque es de esos edificios que no pasan desapercibidos. Sus cubiertas de tejas vidriadas, sus estructuras de hierro y cristal, y esa sensación de vida bulliciosa lo convierten en uno de los lugares más transitados y fotografiados de la ciudad. Pero detrás del «clic» de cada cámara y del paseo de cada turista, late una realidad más amarga: el Mercado Central es un Bien de Interés Cultural que, día sí y día también, vive una batalla constante por su conservación.
Hablar de «maltrato» suena duro. Pero si nos atenemos a lo que ocurre en su entorno inmediato, es una palabra bastante acertada. ¿Por qué un edificio que debería ser intocable se ve rodeado de elementos que deslucen su imagen? ¿Qué se está haciendo para que este icono no se convierta en otro ejemplo de “cómo no tratar un BIC”?
El Mercado Central: breve lección de historia para entender el presente
Antes de hablar de palets y vallas, es importante recordar qué significa el Mercado Central para Valencia. Se inauguró en 1928, tras casi dos décadas de construcción. Los arquitectos Alejandro Soler i March y Francisco Guardia i Vial lo imaginaron como el mercado de abastos más avanzado de Europa en su tiempo. Hoy sigue siendo uno de los mayores mercados en activo de productos frescos, un verdadero motor económico y social de la ciudad.
Pero esa doble vida como edificio histórico y mercado vivo genera conflictos. El paso del tiempo y el uso intensivo lo desgastan, mientras que las necesidades logísticas de un mercado moderno chocan con los criterios de conservación de un edificio protegido.
El maltrato (más o menos) invisible que sufre el Mercado Central



Los carteles que lo invaden todo
Las rejas del Mercado Central, esas piezas de hierro forjado que deberían lucir desnudas y limpias, a menudo se convierten en soporte improvisado para carteles de toda índole. Publicidad, carteles de eventos, promociones comerciales… Lo que debería ser una verja ornamental se convierte en una especie de tablón de anuncios que desluce la imagen del conjunto.
La instalación de estos elementos no solo supone un problema estético. En algunos casos, los anclajes o los sistemas de sujeción pueden provocar daños estructurales o acelerar la oxidación de los materiales.
Palets, WC portátiles y otras lindezas que aparecen por arte de magia
Si has paseado alguna vez por los alrededores del Mercado durante las Fallas, sabrás de lo que hablamos. Los palets con material para los puestos, los WC portátiles alineados sin mucha consideración estética y los puntos de suministro provisionales para eventos son una constante.
Estos elementos tienen su lógica funcional (nadie quiere eventos sin servicios), pero su ubicación y aspecto poco cuidados atentan contra la imagen de un BIC que, se supone, debe estar protegido y mimado. No es raro escuchar quejas de turistas y vecinos que se preguntan si realmente estamos valorando lo que tenemos.
Vallas y letras pegadas en la Llongeta: cuando el descuido se contagia
La Llongeta, el pequeño edificio adyacente, también es víctima de una “estética provisional” que parece haberse vuelto permanente. Vallas, letras y carteles se colocan sin mucha delicadeza, afectando no solo a su fachada, sino al conjunto visual que debería realzar la majestuosidad del Mercado Central. Si lo miras desde cierta distancia, todo el entorno parece más un improvisado recinto ferial que un área monumental.
Lo que hace (y no hace) el Ayuntamiento de Valencia para protegerlo
Las medidas aprobadas… al menos sobre el papel
En respuesta a las crecientes quejas, el Ayuntamiento de Valencia ha implementado una batería de medidas destinadas a proteger los edificios BIC, especialmente en épocas de alta afluencia como las Fallas.
Protocolo de Protección del Patrimonio
Este protocolo, que parece sacado del manual de “cómo hacer las cosas bien”, establece zonas de exclusión alrededor de los edificios protegidos. En el caso del Mercado Central, se prohíbe la instalación de carpas, quioscos, urinarios y otros elementos a menos de 8 metros de su fachada principal y 3 metros de las laterales.
Vallado protector… pero para otros
Mientras la Lonja de los Mercaderes o de la Seda recibe el cariño de un vallado preventivo, el Mercado Central queda en un segundo plano. No es que se haya olvidado, pero no se le aplica la misma rigurosidad. Se argumenta que su actividad diaria como mercado hace inviable un cierre perimetral permanente. ¿Es una excusa válida? Eso ya es otro debate.
Refuerzo de la vigilancia y el protocolo turístico
El refuerzo de la Policía Local en zonas monumentales durante eventos multitudinarios es una medida que se viene aplicando. También se ha implantado un protocolo de buenas prácticas para las visitas guiadas al Mercado Central. Su objetivo es reducir la presión turística y promover un uso más respetuoso del espacio. ¿Suficiente? Muchos dicen que no.
¿Qué se podría hacer mejor? Algunas propuestas sobre la mesa
Concienciación social de verdad (y no solo carteles de “prohibido”)
Los expertos en conservación patrimonial coinciden: si no se involucra a la ciudadanía, todo esfuerzo institucional es insuficiente. Se necesitan campañas educativas que expliquen qué significa ser BIC y por qué no es solo un capricho de historiadores. La gente cuida lo que entiende y valora.
Inversión en infraestructuras… estéticas
No se trata de prohibir WC portátiles ni palets, sino de integrarlos en el paisaje urbano. Existen ejemplos en ciudades como París o Florencia donde estos elementos se camuflan o diseñan pensando en el entorno. En Valencia, todavía nos queda recorrido en este campo. Recordemos que hay unos lavabos que se accede desde el exterior clausurados desde hace años y en estado de abandono por parte del concesionario del Mercado Central.
Una gestión colaborativa, no solo municipal
La protección del Mercado Central no puede recaer exclusivamente en el Ayuntamiento. Generalitat, Ministerio de Cultura y asociaciones vecinales deberían formar parte de un comité permanente de seguimiento. Así se hace en otras ciudades europeas y funciona.
No es un caso aislado: otros edificios históricos de Valencia también sufren
El Mercado Central comparte su “vía crucis” con otros iconos del patrimonio valenciano. Las Torres de Serranos, las de Quart, el Mercado de Colón y la propia Lonja son ejemplos de edificios que, aunque protegidos, sufren prácticas poco cuidadosas.
Las causas son variadas: vandalismo, falta de recursos, eventos masivos sin planificación adecuada… Pero el resultado es el mismo: edificios que pierden parte de su dignidad histórica a cambio de una explotación intensiva y, a veces, poco respetuosa.
El futuro del Mercado Central: entre la esperanza y el escepticismo
¿Tiene arreglo el maltrato al Mercado Central? La respuesta rápida es sí. Pero requiere compromiso, inversión y voluntad política y social. Mientras tanto, el Mercado sigue llenándose cada mañana de frutas, verduras, turistas y curiosos… y de esos pequeños detalles que, si no se corrigen, acabarán pasándole factura.
No se trata de convertir el Mercado en un museo muerto, sino de equilibrar su vida diaria con una conservación digna de su historia. El Mercado Central, joya del Modernismo valenciano habitualmente es utilizado como soporte publicitario a pesar de la prohibición expresa por ley, recordemos que años estuvieron grandes lonas con la imagen de unas cervezas en el techo, algo que negaban técnicos y el propio ayuntamiento, o cuando la gerencia del Mercado llenó de pancartas los pasillos del Mercado sobre una exposición de Pixar en la Ciudad de las Artes.
Todo consentido por el Consistorio Municipal y previo paso por caja de la asociación que gestiona el Mercado que sigue vulnerando una y otra vez la ley de patrimonio con la connivencia de los cargos municipales, anteriores y presentes.

Incluso se han cocinado en el interior de sus pasillos paellas, algo prohibido por el propio Ayuntamiento y en investigación judicial, pero no ha habido consecuencia alguna para los gestores, ni multas ni retirada de la concesión, que por cierto lleva desde 2018 caducada. Todo conocido por la Concejalía, ya que el edificio es municipal, y permitido a pesar de no estar permitido. Así, es el propio propietario del edificio, el Ajuntament de Valéncia el que fomenta su maltrato permitiendo una y otra vez estas cosas, y ahora coloca sobre sus rejas los carteles de Servicios Centrales Técnicos…
https://noticiasciudadanas.com/fallas-2025-modelo-fiesta-insostenible/
La pregunta que queda en el aire
¿Es compatible un uso intensivo y comercial del Mercado Central con su protección como Bien de Interés Cultural, o estamos condenados a sacrificar uno de los dos objetivos?