Porque claro, si algo resume este drama con tintes de comedia es eso: una escapada ministerial, unas frases de antología para la vergüenza ajena colectiva, y una lección sobre cómo no gestionar el poder. ¿Te gustaría otro título alternativo más directo o más dramático? Tengo repertorio.
Si creías que ya lo habías visto todo en el universo de la política española, prepárate para subir un nuevo peldaño en el escalafón del surrealismo institucional. La cosa va de dos figuras del PSOE que, aparentemente, confundieron la gestión pública con la organización de una escapada de fin de semana estilo “After”. José Luis Ábalos, en ese entonces ministro de Fomento, y su asesor de confianza, Koldo García, aparecen en unos audios planificando su particular agenda de ocio con un entusiasmo digno de un promotor de fiestas en Marina d’Or.

El contenido de las grabaciones, recuperadas por la UCO y ahora parte del escándalo bautizado con escasa creatividad como “trama Koldo”, no deja lugar a muchas dudas. Los señores estaban decidiendo, con tono de colegas de barra de bar, qué mujeres iban a compartir con ellos un fin de semana “discreto”. Y cuando decimos “discreto”, no nos referimos precisamente a que fueran a una casa rural a leer poesía.
Frases como “La Carlota se enrolla que te cagas” o “La Ariatna está recién, está perfecta” no son parte de una comedia romántica con guión flojo, sino extractos reales de la conversación entre dos hombres que, recordemos, ocupaban cargos importantes dentro de un gobierno. El nivel de conversación da un poco de vergüenza ajena, aunque también podríamos decir que es simplemente otro jueves cualquiera en el cinismo político nacional.
Pero esperad, que hay logística. Porque claro, no es tan fácil cuadrar un encuentro clandestino cuando tienes un Ministerio a cuestas. Así que los audios también recogen cómo los protagonistas tratan de buscar rutas alternativas, esquivando radares mediáticos y carreteras convencionales. “¿No hay forma de meterte por aquí?”, pregunta Koldo. “Esto no es de carreteras, tío; es de ferrocarriles”, responde Ábalos. Si el contexto no fuera tan bochornoso, casi daría para sketch.
Lo grave, más allá del folletín rosa, es la normalidad con la que se manejan. No hay ni rastro de vergüenza, de autocensura, de algo que remotamente recuerde a la responsabilidad institucional. Solo dos tipos organizando un finde a la carta, con nombres de mujeres como si estuvieran escogiendo platos de un menú degustación. Todo muy ético, muy representativo de la nueva política que se nos prometía.
El PSOE, como era de esperar, ha entrado en modo control de daños. Dimisiones, comunicados, gestos de “esto no representa nuestros valores” y una rapidez mediática para enfriar el tema que ni un ventilador industrial. Pedro Sánchez, en su papel de contorsionista político, ha llegado a decir que “perdona” a Ábalos. Sí, como si estuviéramos ante un malentendido entre amigos. Pero no, esto es otra cosa. Esto huele a una cultura de impunidad que sigue bien viva y coleando.
Y aunque todo esto parezca muy madrileño, no os engañéis. Aquí en Valencia, donde sabemos mucho de fines de semana discretos y de cargos públicos que se lo montan a lo grande, no podemos evitar sentir una conexión emocional con esta tragicomedia. Porque, si algo nos queda claro, es que da igual dónde se cuezan estas historias: su eco siempre resuena en nuestras calles, en nuestras cafeterías y, por supuesto, en nuestras redacciones locales.
El caso no es solo un escándalo más. Es el síntoma de una enfermedad crónica que ya no sorprende a nadie. La mezcla de poder, ego y testosterona mal gestionada ha vuelto a mostrarnos su rostro, y lo peor es que muchos ya ni se inmutan.
¿Hasta cuándo vamos a seguir normalizando estos deslices “discretos” como si fueran simples errores humanos? ¿No va siendo hora de exigir que lo personal no contamine lo institucional?
¿Quieres que esto se convierta en una serie por entregas tipo Netflix de baja calidad? Porque la “trama Koldo” da para una temporada entera con bonus track.