El párkinson afecta a más de 10 millones de personas en todo el mundo, y muchos pacientes, especialmente en fases avanzadas, ven reducida su calidad de vida pese a los tratamientos farmacológicos.
Sin embargo, la historia de Sergio Tarrech, un venezolano de 72 años con párkinson avanzado y un trasplante renal, ofrece una nueva luz de esperanza gracias a una cirugía pionera realizada en el Instituto Clavel de Barcelona.
Sergio fue rechazado por diversos centros de Estados Unidos debido a su perfil clínico de alto riesgo: inmunosuprimido y con una compleja malformación arteriovenosa cerebral.
Pero en Barcelona, el equipo dirigido por el doctor Gabriel Salazar aceptó el reto.
La solución fue una estimulación cerebral profunda (ECP) del núcleo subtalámico, una técnica avanzada que, si bien no cura el párkinson, permite controlar de forma efectiva sus síntomas más incapacitantes.
De la dependencia total a la autonomía plena
Antes de la intervención, Tarrech apenas podía girarse en la cama y necesitaba ayuda constante para caminar.
Además, vivía bajo el peso de los denominados “periodos off”, momentos en los que la medicación perdía efecto y el cuerpo quedaba prácticamente inmóvil.
“Este paciente pasaba el 60% del tiempo en estado off, con una dependencia absoluta para actividades básicas, y en los momentos ‘on’ presentaba movimientos involuntarios severos”, explicó Salazar.
La cirugía fue un procedimiento de altísima precisión.
La malformación vascular del paciente complicaba el acceso al núcleo subtalámico, pero gracias a una estrategia quirúrgica personalizada, los médicos lograron implantar los electrodos correctamente.
Estos se conectan a un neuroestimulador implantado bajo la piel, que envía impulsos eléctricos al cerebro para regular la actividad motora y reducir la necesidad de medicación.
Tecnología, experiencia y seguimiento: la clave del éxito
El éxito de este caso no depende solo de la tecnología, sino también de un enfoque clínico integral.
“La ECP no es una solución automática”, advierte el doctor Salazar.
“Requiere una planificación quirúrgica compleja, un seguimiento estrecho y una rehabilitación específica adaptada a cada paciente”.
En el caso de Sergio, los resultados han sido sobresalientes:
Ha recuperado por completo su autonomía, duerme bien, camina con normalidad y ha retomado actividades que había abandonado por la enfermedad.
“No te das cuenta de lo mal que estás hasta que mejoras”, confiesa el propio paciente desde su casa. “Pasé de depender de otros para todo, a tener ganas de vivir cada día con energía. Si lo hubiera sabido, lo habría hecho antes”.
Esta historia es una muestra de cómo la combinación de ciencia de vanguardia y humanidad médica puede cambiar vidas.
Y aunque el párkinson sigue siendo una enfermedad sin cura, casos como el de Sergio Tarrech abren una puerta real a la esperanza para miles de pacientes en todo el mundo.
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