El caso de Samara es un ejemplo de cómo las Administraciones están dejando desprotegidas a familias más vulnerables al ignorar la legislación vigente. Separar a una madre y a sus hijas de su perro en una situación de crisis no solo agrava su sufrimiento, sino que además incumple la legislación. Se espera que la difusión mediática
del caso ayude a resolver la situación y garantice que en el futuro ninguna familia tenga que elegir entre un techo y su compañero animal.
¿Por qué tener que elegir entre un techo para vivir o tu mascota? . ¿Y la ley de Bienestar Animal?
Tras la catástrofe de la #DANA en la Comunitat Valenciana, muchas familias han sido realojadas en recursos habitacionales gestionados por administraciones públicas, fundaciones o asociaciones. Otras todavía están a la espera. En algunas de las viviendas ofrecidas no se admiten animales de compañía. No obstante, a Samara se le hizo firmar un «consentimiento informado» de la Consellería de Servicios Sociales, Igualdad y Vivienda de la Generalitat Valenciana en el que se establece que “no se podrá rechazar cualquier otro recurso habitacional que pueda ser ofrecido” bajo ninguna circunstancia y que “la no aceptación del nuevo recurso habitacional ofrecido
implicará la pérdida de la plaza otorgada y la salida inmediata del CATE.”.
Todo ello, pese a que la Ley 7/2023 de 28 de marzo de protección de los derechos y el bienestar de los animales dice en su artículo 29.4, que “Los albergues, refugios, centros asistenciales y, en general, de aquellos establecimientos destinados a atender a personas en riesgo de exclusión social, personas sin hogar, víctimas de violencia de género y en general cualquier persona en situación similar, facilitarán el acceso de estas personas
junto con sus animales de compañía a dichos establecimientos, salvo causa justificada expresamente motivada. En el caso de que el acceso con el animal de compañía no sea posible, se promoverán acuerdos con entidades de protección animal o proyectos de acogida de animales.”
El caso de Samara: la realidad escondida de muchos valencianos
El caso de Samara es el de alguien que siempre supo que la vida no iba a ser fácil, pero que nunca imaginó que el destino la pondría ante una elección imposible: tener un techo para ella y sus hijas o abandonar a su perro Kobe, el único vínculo que le queda con la vida que la dana le arrebató.
espalda.
La #DANA lo arrasó todo, perdió a su perra ahogaha y salvó a Kobe so otro perro, lo único que le quedaba a la familia
El 29 de octubre de 2024, la tormenta golpeó con una furia incontrolable. El agua entró en su casa sin aviso, con la rapidez de un depredador que lo devora todo. Samara apenas tuvo tiempo de agarrar a sus hijas y salir corriendo. Sus perros, asustados, intentaban nadar entre la corriente. Kobe logró salir, pero su otra perra, atrapada entre los escombros y el agua que subía, desapareció ante los ojos de la familia. Pasaron días buscándola, recorriendo los restos de lo que una vez fue su hogar. Samara, aferrada a la esperanza, peinó la zona una y otra vez, esperando encontrar algún rastro.
Hasta que recibió la noticia que destrozó el último hilo de ilusión: su perra fue encontrada muerta en la zona de El Saler. Se había ahogado. La dana no solo se llevó a su perra. Se llevó su casa, sus pertenencias… Se llevó su
estabilidad, lo poco que tenía. Pero Samara seguía teniendo a sus hijas y a Kobe. Y mientras estuvieran juntos, aún quedaba algo de hogar.
Desde aquel día, Samara y su familia han vivido en un centro de emergencias gestionado por la Cruz Roja. Allí no hay hogar, solo una cama en un espacio compartido, sin intimidad ni certezas sobre el futuro.
Y la última injusticia: elegir entre techo o su perro
Y entonces llegó la última injusticia: una vivienda temporal ofrecida desde la Administración, pero con una condición innegociable: Kobe no podía ir con ellas.
Samara no puede entenderlo. «A mí nadie me ha dicho por qué no puede venir Kobe. Los trabajadores de la Cruz Roja reciben correos electrónicos con la información, pero a mí nunca me llega nada. Solo me avisan de que no puedo llevarlo, pero sin darme nada por escrito», explica.
Cada vez que ha pedido una explicación formal, le han dicho que esas decisiones se toman internamente y que no le pueden proporcionar ningún documento que lo justifique. Esto va en contra de la Ley 7/2023, que reconoce a los animales de compañía como parte del núcleo familiar y establece que se debe permitir el acceso con ellos a los recursos habitacionales, salvo causa justificada y, en su defecto, proporcionar una alternativa
viable.
Samara lo tiene claro: «Kobe es mi familia. Si no puede venir con nosotras, yo no me voy. No voy a abandonarlo, no después de todo lo que hemos pasado juntos».
El impacto psicológico de esta situación es innegable. Separar a una persona de su animal en una situación de crisis puede generar graves problemas de ansiedad y estrés postdesastre.
¿Un hogar o la calle?. NO se puede tolerar
Las personas voluntarias de la Sociedad Protectora de Animales de Burjassot (S.P.A.B.), han comunicado el caso a las autoridades competentes. Se han presentado escritos a la Conselleria de Servicios Sociales, Territorio y Vivienda, a la Dirección General de Medio Natural y Animal y Dirección General de los Derechos de los Animales. Han pedido que se cumpla la ley y que se reconozca el derecho de las familias multiespecie a permanecer
juntas.
Pero la espera es larga, y el miedo de Samara crece cada día. El tiempo corre y la amenaza de quedarse en la calle pesa sobre ella y sus hijas.
Llamamiento a la sociedad y a los medios desde la Sociedad Protectora de Animales de Burjassot
Este no es solo el caso de Samara. Es el reflejo de un sistema que no contempla la realidad de las familias multiespecie. Hoy es ella quien lucha por su hogar, pero mañana podría ser cualquiera que vea su vida destrozada por una catástrofe natural.
Desde la Sociedad Protectora de Animales de Burjassot (S.P.A.B.), se hace un llamamiento a los medios de comunicación, a los defensores de los derechos de los animales y a la sociedad en general. No se puede permitir que se siga forzando a las familias a separarse de sus animales en los momentos en los que más los necesitan.
Samara ha perdido su casa, sus recuerdos, a una de sus perras y al resto de sus animales. Lo único que le queda es su familia: sus hijas y Kobe. Y ahora el sistema le está pidiendo que se desprenda de una parte de ella para poder seguir adelante.
No se puede permitir. La ley la ampara, pero la administración, esa que tiene que velar porque se cumplan las leyes, la ignora. Y es momento de cambiar eso. Porque un hogar no se mide por metros cuadrados, sino por los lazos que lo sostienen. Y Samara, sus hijas y Kobe merecen seguir juntos.