Subtítulo: Un performance con una joven disfrazada de dálmata simulando defecar en pleno paseo marítimo genera un debate encendido sobre los límites de las campañas públicas de concienciación en Benicassim
En el siempre activo escenario de las campañas municipales —donde la creatividad a veces roza los límites de lo insólito—, Benicassim acaba de colocar su nombre en el mapa nacional con una iniciativa que, sin lugar a dudas, nadie va a olvidar fácilmente. La reciente campaña de concienciación sobre la recogida de excrementos caninos ha encendido las redes sociales, dividido a la opinión pública y generado un aluvión de comentarios que oscilan entre el escándalo, la burla y, en menor medida, la admiración por la “originalidad”.
Una joven disfrazada de dálmata simulando defecar en medio del paseo marítimo. Esa es la imagen que se ha viralizado y que, en apenas 60 segundos de vídeo, ha conseguido lo que toda campaña institucional desea: que todo el mundo hable de ella, aunque no necesariamente bien.
El vídeo viral que lo empezó todo
La escena, que parece sacada de un sketch de comedia más que de una acción institucional, se desarrolla en uno de los puntos más transitados del paseo marítimo de Benicassim. Ante la mirada desconcertada de los viandantes, una joven caracterizada como un perro dálmata camina, olisquea el suelo y finalmente se agacha para simular que defeca. Como colofón, se ve a otros vecinos —una mujer cargada de bolsas de la compra y un hombre— recoger los excrementos con una enorme bolsa de basura.
El objetivo es evidente: sacudir conciencias sobre la necesidad de recoger los excrementos de las mascotas y mantener limpia la vía pública. El eslogan es directo: “¡No dejes las cacas de tus mascotas y limpia sus orines por el bien de todos! ¡Por un Benicassim más limpio donde vivir!”
De la concienciación al escándalo
Sin embargo, lo que para algunos es un golpe de efecto creativo, para otros es directamente un esperpento bochornoso. Las críticas no tardaron en inundar las redes sociales, especialmente en los perfiles oficiales del Ayuntamiento de Benicassim, donde numerosos ciudadanos mostraron su indignación por el tono y el coste de la campaña.
“No sé quién es el responsable de esto!!! Pero, ¿de verdad hay que gastar dinero de nuestros impuestos en esta campañas? Me parece indignante y vergonzoso”, lamentaba una vecina, recogiendo el sentir de un sector amplio de la población. Y es que, como siempre ocurre en estos casos, el debate sobre el uso de fondos públicos no tardó en emerger como el principal foco de indignación.
“No es magia, son tus impuestos”, ironizaba otro usuario, cuestionando el gasto municipal en este tipo de iniciativas de alto impacto visual pero discutible efectividad.

Humor y viralidad: la otra cara de la moneda
Frente a los indignados, también hay quienes han abrazado la campaña con humor. Algunos comentarios alababan la audacia de la puesta en escena: “No puedo parar de reírme, por el amor de Dios” o “Poco les han pagado para esa maravilla”, escribían usuarios en tono festivo.
Incluso algún vecino, viendo la viralidad conseguida, proponía extender el formato a otros problemas urbanos: “¡Guapísima idea! Ahora que le hagan para las colillas de los cigarros”, sugería con sorna otro usuario.
Como suele suceder en los debates sociales contemporáneos, la polarización ha sido inmediata. Mientras unos ven un uso irresponsable de los recursos públicos en plena crisis económica, otros aplauden que, al menos, el mensaje ha calado. Porque, nos guste o no, todos en Benicassim y fuera de Benicassim estamos hablando de la importancia de recoger las heces caninas.
¿Por qué las cacas de perro generan tanto debate?
La gestión de los excrementos de mascotas en las ciudades es uno de esos asuntos recurrentes que nunca terminan de resolverse del todo. Desde hace décadas, los ayuntamientos invierten dinero, recursos y creatividad en tratar de concienciar a los propietarios de perros para que cumplan sus obligaciones cívicas.
En muchos municipios, las multas por no recoger los excrementos superan ya los 1.500 o 2.000 euros. En otros, como A Coruña, las sanciones pueden llegar hasta los 30.000 euros si el propietario reincide de forma sistemática. Pero a pesar de las campañas, las multas y las normativas cada vez más estrictas, el problema sigue presente.
¿Por qué? Porque el comportamiento incívico de una minoría contumaz consigue eclipsar el cumplimiento generalizado de la mayoría responsable. Y porque, al tratarse de un asunto de higiene urbana tan visible, el simple hecho de toparse con un excremento abandonado genera una fuerte reacción emocional en los vecinos, especialmente en zonas turísticas como Benicassim.
¿Hasta dónde debe llegar la creatividad institucional?
Más allá del caso concreto de Benicassim, el episodio plantea un debate interesante sobre los límites de las campañas públicas de concienciación. ¿Debe un ayuntamiento apostar por estrategias impactantes, incluso provocadoras, si así consigue que el mensaje cale? ¿O debe priorizar el respeto a la sensibilidad ciudadana evitando escenificaciones que algunos consideran grotescas?
No es la primera vez que un consistorio español recurre al humor escatológico para llamar la atención sobre el problema de las heces caninas. Desde carteles de farolas con eslóganes como “No me dejes el marrón” (Sant Feliu, Barcelona), hasta campañas con actores disfrazados de excrementos gigantes en varias ciudades, la batalla por conseguir viralidad parece no tener límites.
¿Cuánto ha costado esta campaña en Benicassim?
El Ayuntamiento de Benicassim, por el momento, no ha hecho público el coste exacto de la campaña. Este silencio ha avivado aún más las críticas de quienes cuestionan el gasto de dinero público en este tipo de acciones performativas. Algunos colectivos vecinales ya han solicitado transparencia y acceso a los presupuestos de comunicación institucional.
En plena era de redes sociales, donde el impacto mediático se mide en visualizaciones, likes y comentarios virales, la eficacia real de estas campañas a largo plazo sigue siendo un asunto pendiente de evaluación seria.
¿Ha funcionado la campaña?
Desde un punto de vista puramente mediático, no cabe duda de que la campaña ha triunfado: es viral, ha sido comentada por los principales medios nacionales y ha puesto a Benicassim en el mapa informativo.
La gran incógnita, como siempre, es si este tipo de acciones generan un cambio real en el comportamiento de los infractores o, simplemente, alimentan la polémica momentánea. Porque, como bien saben los expertos en comunicación social, visibilidad no siempre equivale a efectividad.
Conclusión: ¿Es este el futuro de las campañas municipales?
Benicassim ha conseguido, quiera o no, convertirse en el ejemplo perfecto del dilema que enfrentan hoy los responsables de comunicación de las administraciones locales: ¿es preferible apostar por la audacia y la viralidad, aunque genere controversia? ¿O deberían prevalecer campañas más sobrias, tal vez menos llamativas pero más consensuadas socialmente?
En un mundo saturado de estímulos, donde el ciudadano medio ve cientos de mensajes publicitarios al día, captar su atención no es tarea fácil. Las campañas disruptivas, como esta performance del dálmata humano, buscan precisamente romper esa saturación y dejar huella. Lo han conseguido. Ahora solo queda comprobar si los dueños de perros de Benicassim también cambian su conducta.
Y la gran pregunta final que queda flotando es: ¿Es más efectiva una campaña polémica que nos escandaliza o una campaña aburrida que nadie recuerda?