El anuncio de una hamburguesería que jugaba con el doble sentido fue retirado tras ser acusado de machismo y mal gusto. Porque parece que en Valencia, hasta el pollo puede ser ofensivo si se adereza con asteriscos.
¿Qué tienen en común una hamburguesa crujiente, una estación de metro y una polémica pública? Pues más de lo que te imaginas. El 27 de marzo de 2025, en plena hora punta, los usuarios de Metrovalencia que pasaban por la estación de Amistat se encontraron con algo más que el habitual cartel del calendario cultural o la última promoción de bonos de transporte.
Lo que se vieron fue un cartel de tamaño considerable, con dos hamburguesas en primer plano y un mensaje que decía, en amarillo chillón:
«Tienes cara de necesitar un buen poll*zo».
Sí, así, con asterisco incluido, como si eso maquillara lo que todos entendieron.
La campaña del «poll*zo»: marketing con mayúsculas (y asterisco)
O cómo hacer que una hamburguesa se convierta en trending topic por las razones equivocadas
La empresa detrás de este despliegue de dudoso gusto es Cheeck’s, una hamburguesería recién llegada a la plaza de Honduras en Valencia que, con su nombre juguetón y estética de Instagram, apunta a un público joven y despreocupado.
Su propuesta era clara: pollo frito, sin filtros y con actitud. Lo que no estaba tan claro es si esa actitud venía con un mínimo de sensibilidad o si todo valía mientras sonara provocador.
El cartel no tardó en reventar las redes sociales, dividiendo opiniones entre los que lo consideraban “simplemente gracioso” y quienes lo tachaban de sexista, vulgar y machista.
Lluïsa Notario no se calla: la política entra en escena
Porque cuando algo huele mal, alguien tiene que decirlo
La crítica más sonora vino desde el ámbito institucional. Lluïsa Notario, concejala de Compromís en el Ayuntamiento de Valencia, se pronunció sin rodeos:
«Una publicidad machista y asquerosa no puede tener espacio en un transporte público.»
Su denuncia pública, hecha desde su cuenta en X (antes Twitter, para los nostálgicos), no solo generó apoyo inmediato, sino que también obligó a Metrovalencia a actuar con una velocidad poco habitual.
Ese mismo día, los carteles fueron retirados de las estaciones de Amistat y Aragón, evitando así que el mensaje siguiera circulando ante miles de personas al día.
¿Censura o sentido común?
El eterno dilema entre la libertad creativa y el respeto a los espacios públicos
Como suele ocurrir en estos casos, no faltaron los defensores de la campaña que argumentaron a favor del “humor sin filtros”, del “doble sentido de toda la vida” y del “no todo es machismo, relajaos”.
Pero la cuestión no es si el juego de palabras era ingenioso o zafio. La cuestión es si un cartel con connotaciones sexuales tan evidentes tiene cabida en un lugar como el metro, donde viajan menores, familias y gente que —sorpresa— no tiene por qué aguantar sugerencias sexuales disfrazadas de menú.
Lo que se discute aquí no es la creatividad, sino el contexto. Y el contexto era público, masivo, pagado por todos. Y, por tanto, sujeto a unos mínimos.
¿Y qué dice Cheeck’s de todo esto?
Silencio, redes sociales y un branding que empieza a hacer aguas
Hasta el momento de la redacción de este artículo, la empresa no ha emitido un comunicado oficial, ni ha pedido disculpas, ni ha dado señales de querer revisar su enfoque comunicativo.
En sus redes sociales, el tono sigue siendo el mismo: provocador, atrevido y con muchas referencias a cosas que normalmente no pondrías en la carta de un restaurante.
¿Funcionará esta estrategia a largo plazo? Está por ver. Lo que está claro es que ya han conseguido que su marca sea conocida… aunque no necesariamente por la calidad de sus hamburguesas.
Lo que dice más que el asterisco
Porque los símbolos también hablan, aunque no quieran
Usar un asterisco en lugar de una letra puede parecer una manera simpática de esquivar la censura, pero en realidad lo que hace es reafirmar el mensaje sin decirlo del todo. Y si tienes que camuflarlo… ¿no será que sabes perfectamente que te estás pasando?
El asterisco no disimula. El asterisco subraya.
Y en una sociedad que está cada vez más alerta ante los mensajes subliminales que cosifican, ridiculizan o sexualizan, ese tipo de “guiños” ya no pasan desapercibidos ni se toleran con una sonrisa cómplice.
El marketing que no aprendió a leer la sala
¿Por qué sigue funcionando el humor de bar en campañas de calle?
La respuesta más probable es que no se trata tanto de que funcione, sino de que sigue sin haber suficientes consecuencias reales cuando se cruza la línea.
Se hace, se lanza, se mide la polémica, se retira si hay lío y listo. Pero el objetivo se ha cumplido: la marca ha sonado, ha ganado notoriedad, ha aparecido en las noticias. Aunque sea en la sección de “cosas que no deberías hacer si quieres caerle bien a tu clientela”.