Me llamo Álvaro Bombal Sánchez, y a petición de este medio me propongo transmitir mi opinión acerca de los temas más relevantes a nivel internacional y supranacional (Unión Europea). Pero hoy, por ser el primer artículo, me voy a permitir la licencia de no opinar sobre la esfera internacional y supranacional.
Hoy voy a hablar de cómo me defino yo a nivel político, así vosotros sabréis qué vais leer, y escuchar, en mis artículos, y con qué sentido digo cada cosa. Para empezar soy valencianista, y, por lo tanto, creo en mi tierra, en España y en la UE. Esto implica que defiendo las normas del Puig para la defensa de la Llengua Valenciana, una de las lenguas co-oficiales del Estado que es claramente leal con su país y los proyectos que emprende. También defiendo la cultura valenciana, nuestras tradiciones, nuestras influencias históricas de otras culturas, la influencia de las religiones ( La Virgen de los Desamparados se hace presente en Valencia en el Siglo XV d.c), los siglos vanguardistas a nivel económico y a nivel artístico que ofrecieron un florecimiento sin igual a nuestra ciudad ( S. XIV, XV y parte del XVI d.c ), nuestro patrimonio histórico y arquitectónico, y también defiendo nuestro Himno y nuestra bandera, la Real Senyera, frente a las banderas ajenas impuestas que solo traen ideas contrarias a España, a la identidad valenciana y atacan de forma sistemática nuestra lengua, historia, bienestar social y economía.
Me considero una persona observadora, analítica y eminentemente lógica, lo que me lleva siempre a pensar que las revoluciones siempre son injustas (la historia revela que así es). Por ello defiendo el reformismo, es decir, una corriente de pensamiento que trata de producir
cambios paulatinos, sin dejar nadie atrás, y al mismo tiempo poniendo una meta para que la transformación se produzca.
Soy una persona que considera la libertad del ser humano como un bien superior, (sobre este aspecto podría ofreceros varios tratados de John Locke, o también podría hablaros del espíritu puro de la CDFUE en base a como está estructurado el articulado de los derechos pero no quiero abusar de vuestra paciencia.)
Todo este párrafo se resume de una forma clara: soy un español centrado y reformista-liberal.
Y, finalmente, en la esfera internacional y supranacional tengo una máxima muy clara desde hace ya algunos años: según la competencia o materia sectorial política, se tiene que defender el esquema del multilateralismo o el supranacional. Dicho de otra forma, defiendo una Europa Confederal ( es algo parecido a lo que tenemos en España pero a nivel Europeo, en próximos artículos hablaré de este concepto clave). Creo que a nivel Europeo es la única forma de salvar lo propio, lo especial de cada territorio (entiéndase territorio como ciudades, regiones y como Estados Miembros), y potenciar lo común ensanchando todo lo que nos une como europeos (es decir, practicar una conexión más real entre las políticas de la UE y la ciudadanía de los EE.MM de la UE). Pero, también creo que es igual de importante que los españoles volvamos a creernos que somos determinantes, no solo en el proyecto europeo, también en organizaciones internacionales de primer orden, en proyectos empresariales estratégicos, e incluso en debates internacionales.
Para poder definirse es muy importante, independientemente de la opción política, pasar por un túnel de estudio filosófico y ético. Tras estos ejercicios aún queda un ejercicio de valentía: llevar a cabo las conclusiones en la vida real. Estos tres ejercicios resultan cada vez más complicados de ver en nuestra sociedad y ello tiene que ver, principalmente, con la ausencia de estimulación del pensamiento critico (solo se critica desde el prejuicio, craso error en mi opinión).
Hoy mi reflexión se centra en esto, en reivindicar la filosofía y la ética como base de nuestros principios que, en conjunto y mediante una relación lógica única de cada individuo, nutren nuestras decisiones, nuestras opiniones, nuestra forma de entender el mundo y la forma
de vivir en él. Apostar por la filosofía y la ética es apostar por cada uno de nosotros y por nuestra sociedad, y, al tiempo, apostar por nuestro futuro en cualquier área.