Art is not a crime?
La semana pasada la Policía Local de Valencia sorprendió e identificó a dos «artistas urbanos», de 30 y 31 años de edad, que pertenecen al colectivo de La Sombra y que han bombardeado innumerables bienes, tanto de titularidad pública, como privada, con la silueta de una sombra con ojos verdes.
Entre estos bienes se encuentra el ex convento de San José y de Santa Teresa. Un bien de relevancia local (BRL), incluido en el Catálogo de Bienes y Espacios Protegidos del Ayuntamiento de Valencia. Un bien patrimonial que está legalmente protegido y por lo tanto, pintar en él puede suponer un delito contra el patrimonio histórico y cultural, tipificado en el artículo 323 del Código Penal español.
https://conocevalenciapaseando.blogspot.com/2022/04/aparecen-pintadas-en-la-casa-del-senyor.html
Este colectivo ha pretendido defenderse, a través de un comunicado, con argumentos como que «Es arte. No hace daño a nadie» o publicando en sus RRSS que «El monasterio está totalmente repleto de graffitis. El responsable de esa titularidad debería de tenerlo conservado. Entonces nadie pintaría…»
Responsabilidad del titular, por no tenerlo conservado
Los argumentos, además de absurdos, no tienen cabida real, ni legal, en el ordenamiento jurídico vigente, al haber realizado una pintada en un bien patrimonial protegido e intentar justificarlo porque el responsable no lo mantenía bien conservado. Una justificación que tiene un recorrido muy corto y que es muy fácilmente desmontable. Con sólo tres ejemplos es más que suficiente para demostrar la falta de sentido y de juicio de aquellos que consideran que los responsables de sus despropósitos son los demás.
https://noticiasciudadanas.com/identificados-2-grafiteros-valencia-social/
En primer lugar, tenemos el Portal de la Valldigna. Un Bien de Interés Cultural (BIC) que es usado continuamente como un lienzo para los grafiteros delincuentes. Por más que el Ayuntamiento de Valencia pinte encima de los grafitis e intente mantenerlo conservado, aparecen nuevas pintadas en cuestión de días. Algo que viene sucediendo desde hace años y que, evidentemente, no tiene nada que ver con su estado de conservación.
Casa Vella. Un Bien de Relevancia Local (BRL) que acaba de ser rehabilitado y que a los días de retirar las vallas, fue pintarrajeado en su fachada lateral, recayente a la calle Pintor Fillol. De nada ha servido el esfuerzo económico y material de los propietarios del edificio, que han visto como el mismo no ha durado ni una semana limpio y libre de grafitis. Tampoco se trataba de su falta de mantenimiento.
Y por último, la muralla andalusí del siglo XI de la calle Palomino. Un Bien de Interés Cultural que ha permanecido perfectamente conservado y libre de grafitis durante años, hasta que a un grafitero se le ocurrió que era el lienzo perfecto para plasmar su «arte» y dejar su firma allí. ¿Cuál sería la excusa para este caso?
E independientemente del estado de conservación en que se encuentre un bien patrimonial, esto no es excusa para pintar en sus muros. Que lo hayan hecho otros antes que tú, que sea «sólo» otro más de las decenas de grafitis existentes en los muros o sea un movimiento para la salud mental o cualquier otra buena causa tampoco. No se puede pretender blanquear el hecho de pintar en el patrimonio cultural lo que puede ser constitutivo de un delito penal.
Vecinos y comerciantes hartos
La Sombra y otros colectivos y personas que se dedican a bombardear con sus grafitis y su «arte», deberían preguntarle a los vecinos y comerciantes del distrito de Ciutat Vella y de otros barrios de la ciudad qué les parece ese «arte que no hace daño a nadie» y que mancha y ensucia las paredes, puertas y muros de sus edificios y sus casas. Que les pregunten cuál es el coste de retirar esas pintadas para que, varias días después, vuelvan a aparecer más tags, grafitis y «arte urbano» realizado por integrantes de algunas crews conocidas en Valencia.
Una muestra. Limpiar una puerta de madera puede costar cerca de 3000€, o incluso más, dependiendo del tamaño y de los daños ocasionados. Este es el arte que no daña a los «artistas», pero sí a los bolsillos y a la paciencia de unos vecinos que están más que hartos de ciertos pintamonas que campan a sus anchas por la ciudad y pretenden justificar sus intervenciones.
Estos vecinos y comerciantes esperan que con la identificación de algunos de estos grafiteros y «artistas» empiecen a haber multas y sanciones y que cunda el ejemplo. Consideran que los responsables de estos actos deberían asumir económicamente el coste de las limpiezas y las propiedades que han pintado y dañado.