Greenpeace, Ecologistas en Acción y otras 100 organizaciones abandonan X alegando toxicidad y manipulación, mientras mantienen su presencia en una plataforma igualmente cuestionada como Facebook.
El activismo digital vive tiempos contradictorios. Este 20 de enero, coincidiendo con la investidura de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, más de 100 organizaciones ecologistas, entre ellas Greenpeace, Amigas de la Tierra y Ecologistas en Acción, anunciarán su salida oficial de X, la red social propiedad de Elon Musk. La razón principal: el aumento de la toxicidad y el sesgo político que, según ellas, han convertido la plataforma en un entorno hostil y antidemocrático.
Sin embargo, este movimiento ha despertado preguntas incómodas: mientras que X se abandona con un gesto público y sonoro, Facebook, con un historial repleto de polémicas éticas y políticas, sigue siendo un pilar estratégico para estas mismas organizaciones.
¿Por qué abandonar X?
Las razones para abandonar la red social de Musk son muchas, y están bien documentadas por las propias organizaciones:
- Aumento de la desinformación: Desde que Elon Musk tomó el control de la plataforma, se han multiplicado los casos de bulos y contenido manipulado. Las organizaciones destacan el vídeo falso que Musk compartió sobre Kamala Harris, un ejemplo que consideran paradigmático del problema.
- Sesgo político: Musk ha sido acusado de usar su influencia para favorecer movimientos de extrema derecha. Su reciente entrevista con Alice Weidel, líder del partido alemán Alternativa para Alemania, ha sido vista como una prueba más de sus afinidades políticas.
- Deterioro del diálogo público: Según las asociaciones, X ha perdido su función como espacio para el debate constructivo, convirtiéndose en un altavoz unidireccional para discursos polarizantes.
“En su momento, Twitter era una herramienta maravillosa para amplificar movilizaciones y generar debate”, asegura Roberto Herreros, portavoz de Ecologistas en Acción. “Ahora es un lugar tóxico, completamente inclinado hacia la extrema derecha”.
El refugio en Bluesky
La alternativa que han escogido las organizaciones es Bluesky, una plataforma emergente que ha ganado popularidad en los últimos meses, especialmente tras las elecciones estadounidenses de noviembre. Según Herreros, Bluesky ofrece un entorno que recuerda a Twitter en sus primeros años: más conversación, menos ruido algorítmico y mayor pluralidad.
“Con solo 5.000 seguidores en Bluesky, logramos más interacciones que con 160.000 en X o incluso 300.000 en Facebook”, apunta Herreros, destacando que esta migración no solo es ideológica, sino también estratégica.
El elefante en la sala: Facebook
Sin embargo, mientras X se convierte en el villano evidente, Facebook sigue operando como una pieza clave en la estrategia de comunicación de estas organizaciones. Esto, a pesar de que su historial no es precisamente limpio:
- Manipulación electoral: Facebook estuvo en el centro del escándalo de Cambridge Analytica, en el que se utilizó información privada de millones de usuarios para influir en elecciones clave, incluida la victoria de Donald Trump en 2016.
- Desinformación persistente: Aunque Meta (la empresa matriz de Facebook) lanzó programas de verificación de datos, estos han sido desmantelados en los últimos años, dejando el terreno libre para teorías conspirativas y noticias falsas.
- Algoritmos polarizantes: Estudios han señalado que el diseño de la plataforma fomenta la radicalización y prioriza el contenido más polémico para mantener a los usuarios enganchados.
A pesar de estos problemas, Facebook sigue siendo vista como una herramienta útil para alcanzar a grandes audiencias. “La realidad es que Facebook tiene un alcance que otras plataformas no pueden igualar”, reconocen desde Greenpeace, aunque insisten en que la red “necesita una reforma urgente”.
¿Es posible un activismo coherente en redes sociales?
La decisión de abandonar X mientras se permanece en Facebook pone en evidencia las contradicciones inherentes al activismo en la era digital. Si el objetivo es promover espacios éticos y libres de manipulación, ¿no sería lógico aplicar el mismo criterio a todas las plataformas?
Por otro lado, la migración a redes más pequeñas como Bluesky plantea interrogantes sobre la efectividad de la comunicación en un entorno donde las audiencias son más limitadas. ¿Es mejor predicar en un entorno ético, aunque más reducido, o aprovechar el alcance masivo de plataformas problemáticas?
Conclusión: un dilema sin solución fácil
El caso de las organizaciones ecologistas es un microcosmos de los desafíos que enfrentan todos los usuarios conscientes en la era de las redes sociales. Entre la toxicidad de X y las sombras de Facebook, la búsqueda de un entorno digital ético y efectivo sigue siendo una tarea pendiente.
La pregunta es: ¿pueden plataformas como Bluesky convertirse en una verdadera alternativa? ¿O estamos destinados a seguir dependiendo de gigantes cuestionables como Facebook, a pesar de sus defectos?