La comida preparada ya no es solo una alternativa puntual, sino una forma de vida. Entre microondas, apps de reparto y supermercados como Mercadona apostándolo todo a este modelo, cocinar se convierte en un lujo en vías de extinción.
Cocinar, esa actividad en peligro de extinción
En un mundo donde el tiempo libre cotiza al alza y el estrés se sirve en horario ininterrumpido, preparar una comida desde cero empieza a sonar tan lejano como enviar faxes o rebobinar cintas VHS. Cada vez más personas eligen la comodidad de los platos preparados, y no solo de forma ocasional: para muchos, es el nuevo menú del día. Y el del siguiente. Y el del mes entero.
Este cambio no se limita al ámbito doméstico. Supermercados, empresas de distribución y hasta urbanistas están moldeando un futuro donde el cuchillo y el fogón pasarán a ser decorativos. Literalmente.
¿Quién necesita una cocina cuando hay un microondas?
Según datos de la consultora Kantar, el consumo de platos preparados en España ha aumentado un 48% en los últimos dos años. Y lo más llamativo no es solo el crecimiento, sino la frecuencia con la que se consumen. Cerca de ocho millones de personas optan por este tipo de productos, muchos de los cuales no requieren ni calentarse.
Pero esto no es casualidad: es consecuencia directa de un cambio estructural en nuestra forma de vivir. Jornadas laborales largas, desplazamientos urbanos agotadores y una vida social exprimida en huecos de calendario hacen que cocinar ya no encaje con la rutina diaria. Comer sí, pero cocinar… ya tal.
Y aquí es donde entra el protagonista inesperado de esta historia: el supermercado como nuevo restaurante.
Juan Roig y la cocina como especie en extinción
Pocos lo han verbalizado con tanta claridad como Juan Roig, presidente ejecutivo de Mercadona, durante la presentación de la memoria anual de la compañía este pasado mes de marzo. “Lo dije y lo mantengo: a mitad del siglo XXI no habrá cocinas”, aseguró con convicción.
Una frase que, en otro contexto, podría parecer apocalíptica, pero que en boca del empresario con el mayor músculo de distribución alimentaria de España suena más a profecía de auto-cumplimiento. Y ojo, lo dice en serio: espera vivir lo suficiente para verlo.
Esta afirmación no es un brindis al sol. En 2018, Roig lanzó el servicio “Listo para comer”, una sección de platos preparados que ha ido creciendo hasta estar presente en 1.200 de sus más de 1.600 tiendas. Por primera vez en 2024, esta línea de negocio ha sido rentable. Y eso solo puede significar una cosa: viene más. Muchos más envases, muchas más recetas, mucho menos tiempo en la cocina.
Y por si fuera poco, Mercadona también ha comenzado a simplificar sus productos frescos. Menos intervención humana, más filetes limpios, pescados sin espinas, productos «listos para cocinar»… si todavía insistes en hacerlo tú mismo.
Comer en frío: un fenómeno al alza
Uno de los datos que más llaman la atención del informe de Kantar es que una de cada cinco veces, estos platos se consumen fuera de casa, sin necesidad de microondas. No hablamos ya de llevarte el táper al trabajo. Hablamos de comer directamente de la bandeja en una plaza, en el coche, o en el sofá sin ni siquiera pasar por la cocina.
Esta tendencia no es única de España. En Corea del Sur, los nuevos edificios en ciudades como Seúl ya no incluyen cocina. No es que la gente no cocine. Es que ya no puede. O no quiere. El estilo de vida ha evolucionado tanto que la cocina tradicional se ha convertido en un lujo innecesario. ¿Para qué una encimera, si puedes tener una app?
Y sí, en España aún estamos lejos de eso… pero no tanto como creemos.
¿Comida rápida o comida saludable? ¿Por qué no ambas?
Uno de los grandes mitos que han quedado atrás es el de que lo preparado es necesariamente insano. Hoy, las cadenas ofrecen versiones que presumen de tener menos sal, más vegetales, menos grasas saturadas y un sinfín de etiquetas saludables que prometen equilibrio sin renunciar al sabor (aunque ese sabor sea discutible).
Mercadona, Alcampo y Dia compiten por ver quién ofrece más variedad: costillas, salmón con romesco, ensaladas de marisco, verduras asadas… Y sí, todo suena a menú de restaurante. Pero viene en bandeja, con film protector y código de barras. Porque la alta cocina ahora cabe en la nevera.
La cocina: ¿decorado o rincón sentimental?
Todo esto nos lleva a una reflexión incómoda pero inevitable: ¿para qué sirve hoy una cocina? Más allá de calentar el café y guardar el tupper de las sobras, ¿alguien la utiliza? ¿Cuántas cocinas funcionan hoy como plató de vídeos para Instagram, pero no ven una cazuela real desde Nochebuena?
La cocina ha sido históricamente el corazón del hogar. Lugar de conversación, de herencia culinaria, de transmisión cultural. Pero poco a poco, empieza a verse como un espacio residual, como el bidé: aún está ahí, pero casi nadie sabe para qué sirve.
¿Es este el futuro que queremos… o simplemente el que más nos conviene?
El auge de los platos preparados no es solo una moda. Es un síntoma. De vidas aceleradas, de jornadas sin pausa, de falta de conciliación y de un mercado que ha sabido responder con bandejas, salsas envasadas y soluciones envasadas al vacío.
La pregunta no es si las cocinas desaparecerán. La pregunta es: ¿lo notaremos cuando lo hagan?
Para reflexionar:
¿Estamos eligiendo dejar de cocinar… o solo adaptándonos a un modelo de vida que ya no nos deja otra opción?