La nueva Ley de Prevención de Pérdidas y Desperdicio Alimentario entra en vigor y obliga a bares a ofrecer envases gratuitos para llevarse las sobras, mientras los supermercados deberán abrazar lo que antes escondían: productos feos, maduros o raros. Porque sí, la belleza no se come.
Sí, estimado lector paciente y con vocación por las leyes largas y con artículos que ni el BOE entiende: ya es oficial. Desde hoy, 3 de abril de 2025, España —y por supuesto, Valencia, que no puede escapar a la legislación estatal, por mucho que quiera— se enfrenta a una revolución silenciosa pero contundente: la entrada en vigor de la Ley de Prevención de Pérdidas y Desperdicio Alimentario. El nombre ya da hambre, ¿no? Pues espérate a ver lo que trae.
Este texto legislativo, que ha tardado más en aprobarse que una paella mal hecha en un chiringuito con prisas, impone una serie de medidas que cambiarán la forma en que comemos, compramos y tiramos la comida. O mejor dicho, que deberían cambiarla… si es que alguien se acuerda.
¿Qué significa esto para tu bar de menú del día favorito?
Vamos al grano, porque seguro que ya estás pensando si esto afecta a tu menú con arroz del jueves. Y sí, claro que afecta.
Desde hoy, todos los bares y restaurantes deben ofrecer envases gratuitos para que los clientes se lleven las sobras de sus platos. Eso sí, si te lanzas como un depredador al bufé libre, esto no va contigo. Ahí, la ley dice: «bastante comida hay ya, no fastidies». Pero si pides un plato y no te lo acabas, el local tiene la obligación legal de darte un envase reutilizable o reciclable. Nada de envolver la croqueta solitaria en la servilleta de papel, que eso ya no cuela.
¿Y cómo lo sabrás? Pues tendrán que informarlo de forma clara y visible, preferiblemente en la carta o menú. Si no lo hacen, podrías denunciar… pero, sinceramente, ¿vas a hacerlo o te lo vas a guardar para contarlo en la sobremesa?
La belleza está en el interior… de los tomates feos
Y si el mundo de la hostelería da un paso hacia la conciencia, los supermercados no se quedan atrás. A partir de ahora, los grandes establecimientos deberán ofrecer líneas específicas de productos “feos”. Sí, esas zanahorias con forma de tentáculo, los tomates con bultitos y las patatas con complejos estéticos.
La ley dice que deben tener su espacio, bien señalizado, para darles una segunda oportunidad. Porque, al fin y al cabo, están igual de buenos (o eso dicen los nutricionistas, que también tienen su corazoncito).
Además, se deberá incentivar el consumo de productos de temporada y proximidad, y darle salida a aquellos alimentos cuya fecha de consumo preferente esté cerca de expirar. Ya era hora de que el yogur a punto de jubilarse tuviera su minuto de gloria, ¿no?
El artículo 6: ese que no entra todavía, pero es clave (y aburrido)
Sí, porque si hay algo que no puede faltar en una buena ley es un artículo que diga “esto es muy importante, pero lo dejamos para más adelante”. El artículo 6, que incluye la obligación de tener un plan de prevención del desperdicio y de promover acuerdos de donación con ONGs o bancos de alimentos, no entrará en vigor hasta abril de 2026. Así, con calma, para que nadie se estrese.
Y por si te lo preguntabas: solo las empresas con más de 1.300 metros cuadrados deberán tener este plan. Las microempresas y explotaciones pequeñas se libran de este berenjenal, porque si apenas tienen personal para poner las estanterías, no les vas a pedir ahora una estrategia nacional contra el desperdicio, ¿no?
Jerarquía del desperdicio: sí, también hay una pirámide aquí
No podía faltar una jerarquía. En España nos encantan las escalas y los planes. Así que esta ley establece qué hacer con los alimentos cuando ya no se pueden vender o comer in situ:
- Prevención: que no se pierdan.
- Transformación: hacer otros productos (zumos, mermeladas, o esa crema de calabaza que parece eterna).
- Donación: a quien lo necesite.
- Alimento para animales.
- Subproducto industrial.
- Compost o biogás: o sea, convertirlo en algo que, bueno, sirva para algo.
- Basura final: la última opción, cuando ya ni la abuela lo quiere.
¿Y si no cumples? Pues multa (faltaría más)
La ley también contempla una batería de sanciones económicas que van desde los 2.000 euros en caso leve, hasta los 500.000 euros si ya te pasas tres pueblos y medio. Las infracciones leves prescriben en seis meses, las graves en un año y las muy graves en dos. Vamos, que hay margen para hacer las cosas mal, pero no tanto.
¿Quién controla todo esto? Spoiler: aún no está claro
Aunque se dice que el Gobierno debe elaborar un Plan Estratégico de prevención, revisarlo cada cuatro años y coordinar a las comunidades autónomas (sí, Valencia incluida), lo cierto es que no está claro cómo se va a aplicar esto en la práctica. ¿Inspecciones sorpresa en los bares? ¿Auditorías de patatas feas? El tiempo lo dirá.
Mientras tanto, las ONGs que reparten comida tendrán que garantizar la trazabilidad de los alimentos donados. Nada de recibir una caja de plátanos sin saber si han pasado por un after o por un supermercado.
Una ley con historia (y qué historia)
Por si te interesa el culebrón legislativo, esta ley empezó a dar vueltas en 2021. Pero, como buena serie española, se fue aplazando, interrumpiendo por elecciones (cómo no) y modificando en el Senado hasta que se ha aprobado con un error en el BOE. Decía que entraba en vigor el 2 de enero, cuando en realidad era el 3 de abril. Sí, ni el calendario se ha salvado del desperdicio.
¿Y en Valencia, qué?
Pues lo mismo que en el resto del país, pero con ese savoir faire tan nuestro. Desde hoy, bares y restaurantes del Cabanyal al Carmen deberán tener envases listos para cuando no te acabes la fideuà. Y los supermercados desde Campanar hasta Patraix deberán abrazar las frutas feas como si fueran influencers de comida real.
Habrá que ver cómo se adapta el tejido hostelero valenciano, que bastante tiene con sobrevivir a los precios del aceite, la falta de camareros y la guerra contra el ketchup en la paella.
¿Estamos preparados para cambiar nuestra relación con la comida o esta ley acabará en el cajón de los olvidos junto al impuesto a las bolsas de plástico?
Pídele a tu bar de confianza que te ponga el arroz al horno para llevar. No por ti. Por el planeta.
