Subtítulo: En una Conferencia de Presidentes que pretendía tratar temas de gestión, los líderes del PP lanzaron una ofensiva para exigir elecciones anticipadas, mientras Pedro Sánchez se aferró al calendario como si fuera su tabla de salvación. ¿Unidad territorial? Sí, claro. Pero otro día.
Cuando las reuniones formales se convierten en combates disfrazados
Nadie lo diría viendo la foto de familia, pero la última Conferencia de Presidentes —ese invento que suena a protocolo y que en realidad es una jaula de grillos con traje— acabó convertida en un ring dialéctico entre dos visiones del país. Por un lado, los presidentes autonómicos del Partido Popular, que no perdieron la oportunidad para exigir elecciones generales cuanto antes, como si fueran el menú del día. Por el otro, Pedro Sánchez, presidente del Gobierno y firme defensor de que la legislatura llegará, contra viento, marea y titulares, hasta 2027.
Una fecha que, por cierto, nadie tiene grabada en piedra… salvo él.
Lo que empezó como una reunión para hablar de financiación, cohesión y migración acabó derivando —como era de esperar, porque aquí nadie disimula— en una bronca política de alto nivel. Pero eso sí, con flores, alfombras rojas y refrigerios de categoría. España en estado puro.
Las ganas de elecciones, el nuevo «yo solo venía a preguntar»
Los barones del PP llegaron con los deberes hechos. Y no precisamente en términos de gestión autonómica. Venían a por algo más grande: una foto de unidad contra el presidente del Gobierno y, por supuesto, el titular deseado. “El PP pide elecciones ya”. Lo consiguieron.
¿Los argumentos? Variados. Desde la presunta “pérdida de rumbo” del Ejecutivo hasta el “desgaste institucional” que, según ellos, se extiende como una mancha de aceite. Tampoco faltaron las referencias a los pactos de Sánchez, al lío judicial, a las tensiones territoriales y a ese clásico atemporal: “Los españoles merecen decidir”. Una frase que, según el contexto, sirve tanto para votar como para elegir entre tortilla con o sin cebolla.
Moreno Bonilla, Rueda, Mazón y compañía alzaron la voz con estilo, eso sí. Porque no hay nada más elegante que pedir la dimisión de alguien mientras le das la mano.
Pedro Sánchez: entre el manual de resistencia y el calendario escolar
Frente a la ofensiva popular, Pedro Sánchez optó por su papel favorito: el de presidente sereno que camina entre tormentas. Con tono grave, defendió la estabilidad institucional, la recuperación económica, los datos macroeconómicos, el crecimiento del empleo y, cómo no, el cumplimiento del mandato democrático.
Para él, hablar de elecciones antes de tiempo es un síntoma de desesperación de una oposición que, a su juicio, no termina de encontrar el rumbo. “Los españoles votaron hace un año”, recordó una y otra vez. Como si con repetirlo bastara para congelar el calendario.
El mensaje fue claro: no habrá elecciones hasta 2027. A menos, claro, que haya otro «acontecimiento de especial trascendencia» (guiño, guiño), como le gusta decir al propio Sánchez en sus momentos de gloria televisiva.
Ayuso, como siempre, no defrauda
¿Qué sería de una cumbre de este tipo sin la presidenta de la Comunidad de Madrid haciendo lo suyo? Isabel Díaz Ayuso convirtió su presencia en una declaración de intenciones… y de gestos. Primero, criticó que se usaran pinganillos para escuchar a los presidentes que hablaron en euskera o catalán, como si eso fuera un símbolo del Apocalipsis institucional. Luego, se levantó y se fue de la sala durante esas intervenciones. Porque, claro, el respeto a la pluralidad lingüística solo aplica cuando a uno le apetece.
Para rematar, ignoró el saludo de la ministra de Sanidad, a quien, por cierto, conoce perfectamente. Un desplante que ni en las mejores sobremesas familiares.
Si la intención era ser noticia, lo logró. De nuevo.
El PSOE, en modo «todo está bien», incluso cuando no lo parece
Mientras tanto, los presidentes autonómicos del PSOE intentaban jugar al equilibrista. Por un lado, respaldar al Gobierno. Por otro, no parecer sordos ante el ruido ambiente. Emiliano García-Page, como siempre, fue la voz disonante dentro del oficialismo. Habló de desgaste, de desconexión con la calle y de que, tal vez, sería buena idea que las elecciones generales fueran antes de las autonómicas y municipales.
Una especie de advertencia envuelta en sentido común. O en estrategia electoral. O en puro instinto de supervivencia.
Los demás, más prudentes, optaron por declaraciones medidas, esas que no dicen mucho pero llenan minutos en televisión.
¿Y los temas reales? Sí, bueno, estaban en la agenda
Porque claro, la Conferencia de Presidentes no era solo un acto político. O al menos no sobre el papel. Había temas importantes sobre la mesa: el reparto de menores migrantes, la financiación autonómica, la cooperación entre regiones, la vivienda pública… Todo muy técnico, muy necesario y, por supuesto, muy ignorado en la mayoría de titulares.
Eso sí, cada presidente se llevó sus folios impresos, su carpeta institucional y su foto posando. Porque a fin de cuentas, la política también es cuestión de escenografía.
Valencia, como siempre, en el centro del debate… aunque no lo parezca
Nuestro querido territorio mediterráneo —sí, ese que a veces parece una república aparte y otras una sucursal del centralismo más férreo— estuvo representado por Carlos Mazón, presidente de la Generalitat Valenciana. Un Mazón firme, serio, que no dudó en sumarse al bloque popular que pedía elecciones anticipadas, mientras lanzaba pullas encubiertas sobre la infrafinanciación de la comunidad.
Lo de siempre, pero más serio. Porque cuando uno va a Barcelona en representación institucional, lo último que quiere es que lo acusen de tibio.
Mazón habló de lealtad institucional, pero también de hartazgo. De solidaridad entre comunidades, pero con matices. Y de futuro, pero uno donde las urnas hablen antes de lo previsto. Muy en la línea del argumentario azul. Pero con acento valenciano.
El teatro autonómico sigue, pero el telón aún no baja
Al final del día, la sensación general fue la de una función bien montada, con sus protagonistas, sus secundarios, sus golpes de efecto y su decorado de lujo. Pero sin desenlace. Porque nada cambia. Sánchez sigue en Moncloa, el PP sigue en pie de guerra y las comunidades autónomas, cada una en su microcosmos, siguen tirando del hilo territorial a su manera.
Eso sí, todos se fueron con sus fotos, sus vídeos, sus frases para Twitter y, por supuesto, sus titulares esperados. Porque la política actual no vive de consensos, sino de momentos virales.