El Papa León XIV ha autorizado este viernes la promulgación de los decretos de martirio de 124 andaluces asesinados durante la Guerra Civil española, entre ellos sacerdotes, religiosos y laicos comprometidos con su fe.
124 mártires en total, 109 fueron sacerdotes, una religiosa y 14 laicos
Los decretos, firmados tras una audiencia con el Dicasterio para las Causas de los Santos, reconocen que las muertes de estos hombres y mujeres se produjeron “por odio a la fe”, en el contexto de la persecución religiosa que sacudió España entre 1936 y 1939.
En concreto, el Papa ha reconocido el martirio de Manuel Izquierdo Izquierdo, sacerdote diocesano, y 58 compañeros de la diócesis de Jaén, asesinados entre 1936 y 1938.
Asimismo, ha aprobado el decreto para el sacerdote Antonio Montañés Chiquero y 64 compañeros, también de la diócesis jiennense, muertos entre 1936 y 1937.
Todos ellos fueron asesinados en diversos lugares de España por su condición de creyentes y ministros de la Iglesia Católica.
Este reconocimiento oficial desde Roma constituye un acto de reparación moral largamente esperado, ya que muchas de estas víctimas habían quedado olvidadas o incluso silenciadas en el relato dominante de la Guerra Civil española, centrado casi exclusivamente en los crímenes cometidos por el bando nacional.
Tal y como se extrae del documento de la propia promulgación se refiere a :
“asesinados entre 1936 y 1938, en odio a la fe, en diversos lugares de España, en el contexto de la misma persecución”
La persecución religiosa ignorada por la memoria histórica
Durante décadas, el discurso institucional y la posterior creación de la ley de memoria histórica en España, ahora llamada memoria democrática, ha evitado abordar la violencia anticlerical perpetrada en la zona republicana, siendo únicamente los fallecidos en el bando nacional los contemplados.
La guerra civil española tuvo como consecuencia la muerte de más de 6.800 religiosos, entre sacerdotes, monjas y seminaristas, así como la destrucción de miles de iglesias, conventos y símbolos cristianos.
Una realidad documentada y trágica que, sin embargo, rara vez ha sido reconocida oficialmente por los gobiernos de izquierdas ( claramente posicionados con la república).
La aprobación de estos decretos por parte del Papa León XIV viene a romper ese silencio histórico, poniendo el foco en una dimensión humana y religiosa de la guerra que ha sido marginada por razones ideológicas.
El asesinato sistemático de sacerdotes y religiosos no fue un daño colateral del conflicto, sino una persecución directa y deliberada contra la fe católica, sus instituciones y sus servidores.
- «Hoy es un día grande para la historia de la fe de la Iglesia de Jaén», ha afirmado monseñor Sebastián Chico Martínez, obispo de la diócesis andaluza al conocer la noticia.
Estas son las declaraciones del obispo:
Su vida a cambio de otras en plena guerra civil
Espeluznantes son las historias, como la de Francisco de Paula Padilla Gutiérrez. un sacerdote que suplicó a sus verdugos que dejaran en libertad a otro compañero de prisión, padre de familia con seis hijos, y que le mataran a él. Le mataron tras liberar al padre de familia.
El médico Pedro Sandoica y Granados apareció en la lista de detenidos «de la ermita del Cristo de la Salud», entre el 24 y el 25 de septiembre de 1936 por orden del Frente Popular. Fue asesinado el mismo día 25.
Y así con un reguero de mártires que dieron literalmente su vida a cambio de la de otros, en otros casos no fue ni a cambio de nada, les mataron sin más mediación,
El martirio como testimonio de fe
La Iglesia Católica ha reconocido ya a más de 2.000 mártires del siglo XX en España, muchos de ellos víctimas de la Guerra Civil.
Estas beatificaciones y canonizaciones no buscan reabrir heridas políticas, sino recordar a quienes murieron perdonando a sus verdugos, sin haber empuñado un arma ni incitado a la violencia, únicamente por permanecer fieles a su fe y a su vocación.
Con esta decisión, el Papa León XIV, quien inició su pontificado en mayo de 2025 tras el fallecimiento de Francisco, da continuidad al compromiso de la Iglesia con la verdad histórica y la justicia espiritual.
Además, lanza un claro mensaje: la fe vivida con autenticidad puede llegar a costar la vida, y la Iglesia no olvidará jamás a quienes la entregaron por amor a Cristo.
Este nuevo reconocimiento es un paso más hacia la reconciliación auténtica y completa, que solo será posible cuando todos los muertos, de ambos bandos, sean recordados sin manipulación ni exclusión ideológica.
Porque la verdadera memoria histórica debe incluir a todos los perseguidos, también a quienes murieron por ser simplemente religiosos.